LA OTRA VACA

Manuco ya tiró la primera piedra. Es hora que respondamos a nuestra promesa del 28 (ser discretos y astutos).

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El poco sol que entraba por las rendijas del postigón me hirío los ojos recién abiertos. Giré levemente la cabeza hacia la izquierda en búsqueda de mi celular para ver qué hora era. Once y media. Resoplé, agobiado y confuso. Recordé que me había acostado apenas pasadas las ocho de la mañana. Sentí cómo dos agujas de tejer me penetraban una y otra vez el cráneo desde la nuca hacia el maxilar, de manera constante y meticulosa. Un moco seco salió despedido de mi nariz como un cometa loco y enfurecido. Tragué un garzo corrosivo como la peor de las sodas cáusticas. Eructé un pichón de vómito con un sabor lejano a asado, mamón con queso, cerveza y alguna que otra cosa más.
Miré el techo que se movía lentamente en forma circular, en los sentidos de las agujas del reloj. Los oídos me zumbaban, monocordes. En lo más profundo de mis adentros se me mezclaban infinidad de palabras, caras, personajes y situaciones varias.
La bandeja rectangular de acero inoxidable, el sanguche de chorizo, la bañadera del Roedor, los bigotes de Senodram, los rulos de Holden, la melena de Lupa, la generosidad de Django, la calvicie de Emebé y su virulento "100% Castelar", la ronquera de Manuco, "Uruguay for export", las picaduras de pulgas, el pulular de los gatos. El rock, el fútbol, la revolución, Perón, Moura, Astarita, los blogs.
Respiré con dificultad y me pregunté por el tremendo malestar psicofísico que me atacaba, en la mas desnuda y profunda intimidad: "¿Por qué?".