viernes, octubre 06, 2006

NO SABÉS LO QUE FUE...

No sabés lo que fue. Increíble. Tipo dos y media de la mañana, estaba recostado en la sala de médicos, mitad dormido, mitad de cigarro colgando de la boca. Tenía las patas cruzadas, con los pies apoyados en la mesita. Al rato, viene Margarita y me dice: “Venga rápido doctor. Hay una chica con problemas”. Esta última palabra me generó más interrogantes, entre el humo del tabaco y el sopor de las 48 horas de guardia seguidas que hago por unos pocos pesos. Cuando me levanté, recordé que me deben 3 meses. Y que no estoy contratado. Pero eso lo dejo para otra día.
La ví sentada en la camilla, pálida, ojos saltones, brazos rígidos, espalda tieza. Me acerco. “Madrecita, ¿qué le trae por acá?”. “No me siento bien, doctor”, sentenció inmutable, con la mirada perdida, enfocando algún punto de fuga desconocido. “Aguantame un cachito mi china, que ya regreso”. Le pregunté a Margarita los datos de la paciente. “Se llama Marta Kislowski. Tiene 27 años y parece que tiene epilespsia. Es de por acá cerca, de El Palomar. Por lo menos me dijo eso”. Volví a la sala de guardia. Comencé a revisarla. De pronto, mientras le miraba las pulpilas, empezó a temblar. Cada minuto se ponía más tensa. Le hablaba. “¿Me escuchás Marta?”. Nada. Parecía entrar en trance. Sacudía el cuello en forma centrífuga. Los ojos se le volvieron completamente blancos. Pedí ayuda de inmediato. Llegó Tato Laguniak con Margarita. No la podíamos sostener. Balbuceaba sonidos guturales con un timbre de voz muy grave, gravísimo, como si fuera un tipo. “¿Qué carajo pasa?”, preguntó Marlene, la chica de admisión, que se asomó por la puerta vaivén algo incrédula. “¿Y qué te parece?”, disparó Tato, con la amabilidad característica de los polacos.
El asunto es que la flaca, empezó a golpearse la espalda contra la camilla y a levantarse de inmediato. Como si rebotara. Como si hiciese abdominales. Le dimos tres tranquilizantes para voltear una manada de rinocerontes, más o menos. Nada, che. Pasaron tres, cinco, ocho minutos, no sé. Cayeron 2 médicos más que estaban de guardia en neo y obstetricia. El pajero de Willy filmaba con el celular. Marlene me llamó “urgente doc, urgente”. Dejé el mando a los otros. Le di una patada al vaivén al estilo cowboy. Me esperaba una vieja de 65 años aprox. Resultó ser la abuela de la chica. “Mire dotor, la nena tiene un problemita, ¿sabe?”. Me quedé mirándola esperando el remate de la frase, ya que su afirmación era, por lo menos, bastante obvia. “Está poseída. Es culpa de esos umbanda con lo que anda”. No sé qué cara debo haber puesto. Pero no supe qué decir. A los 30 segundos de mi silencio me preguntó si podía llamar al padre Basilio, un cura polaco redentorista muy conocido en El Palomar por su “espiritualidad”. Le dije que sí sin pensar realmente en lo que estaba haciendo.
Volví a ingresar a sala. El cuadro no había cambiado, más bien se mantenía o empeoraba. Me dicen que le dieron otra pastenaca y que parecía que le daba más fuerzas todavía. En esos momentos, Roberto baja de la ambulancia a un accidentado en moto, con fractura expuesta de fémur y el cuello hecho polvo, según sus palabras. Pido ayuda. De una lo mandan al quirófano. Bajan semidormidos los traumatólogos. El tipo estaba inconciente y sangraba por todos lados. Entra el padre Basilio a paso firme y me encara con autoridad papal: “Doctorr, necesito el parrte médico de la yica Kislowski”. “Mire padre, esta muchacha no tiene nada. No encuadra con ninguna patología médica. Lo único que me dijo es que tiene epilepsia, pero no posee esas características. Ahora, la abuela me dijo que estaba poseída”, mientras se me escapaba pícara, una sonrisa. No le gustó nada al cura. “Esto es serrio doctor. No es para hacerr chistes”. Bajé la vista, como cuando era chico y los salesianos me tenían cagando. De pronto, la piba empezó a increpar a Basilio. “Aaaarrrghhhhhhhh. No podrás conmigo!!!!…Ñaajñajajajñajñaj”. Quedé estupefacto. Esa risa era como las de las películas de terror. Demoníaca. Su cuerpo se contorsionaba a cada instante con una fortaleza inusitada. Sacudía la cabeza, bramaba como una animal salvaje. Mientras tanto, el padre Basilio rezaba una oración en polaco con los ojos cerrados, y la apuntaba sin cesar con un crucifijo de bronce. “¡Vete de aquí Satán! ¡Abandona este cuerrpo por el amorr de Dios! Lleva tu crrueldá a otra parrte!”. En la mano izquierda sostenía una pequeña Biblia encuadernada de cartón negro. Yo simplemente asistía el espectáculo junto a mis compañeros, a unos 2 metros de la acción verdadera. Marta bramaba. Gemía. Vociferaba improperios en polaco, según me apuntó Tito, hijo de inmigrantes de la ciudad de Lodz. La voz era estridente, cambiante. De grave a hiperaguda, de hiperaguda a estomacal, visceral. Willy filmaba sin parar. Retomo por un segundo la lucidez y veo que somos más de 10 los plateístas. El chabón que se dio el palo en la moto, quedó desmayado por la pichicata que le dieron para que no joda. El cura seguía con la arenga, impregnada de su acento: “Vete, vete, veteeee!!!! No erres fuerrrte parra enfrrentarrme!!!”. De pronto, la muchacha golpeó su cabeza contra la pared. Una y otra vez. Impresionaba de verdad. Con una habilidad asombrosa, Basilio apoyó la Biblia en la camilla y extrajo de su bolsillo derecho, un hisopo de metal. Lo sacudía hacia la endemoniada a ritmo preciso y certero, arrojándole agua bendita. Marta vomitaba ua especie de espuma blanca, de olor insoportable. No, no, verde no era. No me rompas las pelotas. No seas pelotudo. Basilio siguió rezando en polaco. De pronto, la mujer se derrumbó. Y te juro por lo que más quieras, que se suspendió en el aire, levitó. No sé si fueron tres segundos, cinco o veinte. Pero te aseguro que así fue. Hay testigos, no te voy a embromar con eso. Después quedó como si le hubiera pegado una trompada Tyson. Quedó así. El cura se agarraba la cabeza. “Estoy agotado. Me duele mucho la cabeza”. Se retiró así nomás, maltrecho y sudado. La abuela se me acercó y me dijo que no me preocupe, que se la llevaba a su casa. “Hace como dos años que le viene el Demonio, dotor, y Don Basilio, que Dios lo bendiga, siempre nos ayuda, porque nos conoce de hace tiempo”. La chica se despertó como si nada. Se puso de pie y le preguntó a la abuela si se podían ir. Como médicamente estaba perfecta, no me opuse. Se fueron enseguidita.
Yo sé que para muchos parece una broma de mal gusto. La calma fue reinando de a poco. Los curiosos volvieron a su lugar de trabajo, aunque todos comentaban lo sucedido. Los más creyentes, aterrados. Nosotros, nos reíamos nerviosamente. El director me mandó a llamar para que le cuente esto, y así hice. Se cagaba de risa el tipo. Me dijo que le pasó varias veces cuando era pendejo y se ganaba la vida en las guardias de emergencias. Que hay gente para todo, que están re locos, que las sectas no sé cuanto…
Volví a la sala. Estaba el pajero de Willy con su Nokia a todo culo, mirándome con una cara de espanto bárbara. “Boludo, no grabó nada, me quiero matar”. Los días pasaron y la gran mayoría de mis colegas, muy científicistas y racionales ellos, no pararon de cargarme y sacarme el cuero. “Mirá ahí viene Linda Blair”. “No gires mucho el cuello en 360 que te complica las cervicales”. Me chupa un huevo. Por eso te llamé. Para contarte. Si vos me creés. ¿O no?

3 comentarios:

Luciano Mucelli dijo...

Che, ta bueno esto... mirá que ya me suscribí vía RSS. Ahora vas a tener que seguir escribiendo...

emebé dijo...

Lo imagino al Subcte. Bizarro contando la historia acodado en la barra de siempre. Brillante esa capacidad narrativa. Atrapante.
Ahora que cualquiera puede dejar comentario, me registré, asique da igual.

Anónimo dijo...

decime una cosa: ¿¿¿¿¿¿¿¿güilay es el garn peruano incaico???????????

Como quieras tú; este es mi rock!!!!!

Holde-Ambiguo-Posmoderno