Ya es una constante en ese
humilde sitio: por h o por b, se demoran los posteos. Sepan ustedes, estimados, nuevamente disculpar. Este post
sobre el radicalismo 2012 tiene esa característica (?). ¿Cuál fue el momento en
el que fue embrión? Voy a ser honesto, algo que de lo que no suelo
caracterizarme (?). Fue durante los días previos a la elección de autoridades
partidarias que determinaron que Mario Barletta sea designado presidente de la
Convención Nacional, donde ya se podían olfatear varios matices interesantes
para la posterior disección.
La bochornosa interna, el protagonismo
mediático de Sanz, Morales y Cobos, la jugada de Alfonsín con De Narváez, la
olvidable elección general. Todo eso quedó atrás. El previsible cataclismo,
como toda crisis, les abrió a los radicales una oportunidad más. Paradójicamente. Porque por
más cachetazos recibidos, por más que su presencia en el escenario político
esté puesta seriamente en duda -de nuevo-, la UCR es el principal partido
opositor al peronismo. Por presencia parlamentaria, por anclaje territorial,
por historia, por formación de cuadros. Como me dijo una vez alguien: hasta en el pueblo más
escondido del país, después de la Municipalidad, el Banco Nación, la Comisaría
y la Iglesia, hay un comité.
La tarea que tendrá que
llevar adelante Barletta es, vaya novedad, por demás complicada. En una rica entrevista que le brindó La Capital de Rosario (y también en otras), remarcó que su principal desafío es
“modernizar las estructuras” para fortalecer “la cohesión interna” con las
“puertas abiertas” -dirigiéndose a Carrió y López Murphy sobre todo- para así tender
puentes de “diálogo con otras fuerzas”. Sobre
esto último, no es menor resaltar que el radical integra el Frente Progresista que
gobierna su provincia con el socialismo de Binner, aunque por esas cosas de la
política ambos sectores –recordamos- llevaron candidatos presidenciales que
compitieron entre sí. Parte de su postura podría sintetizarse en este párrafo:
El
radicalismo tiene que dejar de amurallarse y saber convivir con las
diferencias. No puede ser que ante las diferencias todo termine con rupturas,
fracturas o expulsiones. Lo importante es hacerse entender. Por supuesto que
hay presupuestos básicos en el radicalismo, que tienen que ver con la ética
republicana, la transparencia y la honestidad, entre otros principios, luego
hay diferentes miradas y estrategias dentro de un espacio político. Lo
importante es dialogar. El radicalismo tiene que empezar a cambiar la manera de
tratar las diferencias, hay que convivir con ciertos niveles de diferencias.
Asoman en la superficie, como pequeños icebergs,
los primeros dilemas. Por un lado, Barletta apela a lo identitario para resucitar
la mística partidaria, donde las notorias (y notables) diferencias ideológicas
internas puedan contenerse bajo el mismo techo. Como en el denostado Movimiento,
je. ¿Son posibles de concretar esos enunciados considerando a los actores y al contexto? Suena difícil. A su vez, como si lo anterior fuera moco de
pavo, el referente de la UCR aspira a replicar la experiencia de Santa Fe con
el socialismo, la del Frente Progresista. Y otra vez los convenientes: el partido
de Binner es cabeza y no cola de ratón tras los números que obtuvo con el FAP
en octubre; por ende, el margen de exigencia radical es bastante estrecho. Además resulta difícil imaginar a
los autodeclarados puristas de Libres del Sur y compañía de la mano de un
López Murphy. O de un Aguad, para buscar un ejemplo más cercano. Pensándolo bien...Dejémoslo ahí. En agosto
último, a propósito, se podía leer esto:
(…) de
acuerdo a la experiencia reciente –más por los resultados que por convicción-,
parece inevitable que los radicales busquen en Hermes Binner y su espacio una
especie de refugio de supervivencia hasta el acomodamiento de los melones en el
carro bajo el manto piadoso de “retornar a las fuentes socialdemócratas”. Hay
un hilo conductor que comparten en Santa Fe y al cual los radicales apelarán
para reflotar el romance de otrora, al tiempo que no sería descabellado
imaginar a Margarita Stolbizer y otros “ex” a que oficien de mediadores. No
será tarea menuda si es que a Binner le va bien de verdad; cotizará en bolsa e
impondrá condiciones. Además tendrá –Binner - que manejarse con amplitud,
tolerancia y una enorme cintura para contener a todo el FAP adentro: el sector
de los oscilantes e impredecibles Libres del Sur, el pinismo residual y la CTA post mortem difícilmente puedan compatibilizar
cánticos referidos a los “hijos de Santucho” con los boinas blancas. Aunque en
política todo es posible. Sería una llamativa –y endeble- construcción, mucho
más similar a lo que fue la Alianza que a una propuesta superadora y
novedosa. (Post completo
acá)
Otra de las piedras que se cruzan en la senda
estratégica anhelada por Barletta es la propia sangría, digamos, por derecha.
Allí es donde aparece un expectante Mauricio Macri, ávido de presencia territorial fuera de la CABA que los espera con los brazos (y algo más) abiertos. El
proceso, se sabe, se acrecentó en las legislativas de 2009 y no ha cesado. La amistad pública que mantienen Ernesto Sanz y Gabriela Michetti, el rol omnipresente
del Coty Nosiglia, la excelente relación forjada entre el Milico Aguad y Federico Pinedo tras la creación del Grupo A y lo
que queda del cobismo, son intentonas, fichines arrojados sobre el paño que habrá que ver si se consolidan. Al respecto, ayer La Nación (con una sputza a opereta importante) reveló
el plan expansionista de Macri con los nombres de los intendentes radicales ya telefoneados por su gente:
Horacio “Pechi” Quiroga (Neuquén), Aída Ayala (Resistencia), Mario Meoni
(Junín) y Héctor “Cachi” Gutiérrez (Pergamino). Aquí, la principal traba que
aparece es la ideológica: son los Alfonsín (desgastado y con decreciente
influencia), Moreau, Storani, Franja Morada y el resto de la llamada
ala progresista.
En definitiva, los correligionarios, que todavía cargan con el
Vía Crucis del 2001 en el lomo, se sacudirán el polvo de lo lindo. Tanto ellos como el PRO y el FAP tienen lo más parecido a una
revancha en menos de dos años. Para algunos será un santiamén, para otros la
eternidad. Sin embargo, y amén de cualquier escaramuza interna, la única
herramienta a la que la suerte del radicalismo estará sujeta es a la política.
Nada más ni nada menos. Trabajar y apostar a la construcción política en vez de
tanto set de TN; porque sin una postura coherente que salte por encima de los apolillados decorados honestistas y el solemne tono crispado, quedarán atrapados en las rencillas
intrascendentes, en la mera declamación. Arrojados hacia la decadencia imparable
como si fuera una cruel e inevitable avalancha, por no haber sabido (o podido)
tomar el pulso de una sociedad democrática, que sin la menor duda, necesita de
partidos políticos opositores serios y con fortaleza.
Quién lo diría. Pensar que hasta hace no mucho
tiempo desde el antiperonismo se sacaban las vísceras para sumar esa enigmática
Pata Peronista. Pareciera ser el tiempo en que el no peronismo necesita imperiosamente de la Pata Radical para, por lo menos, plantarse en algún lugar competitivo de la pole position en 2013.
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