jueves, diciembre 14, 2006

ESTUDIANTES: ENTRE LOS MITOS Y LA MODERNIZACIÓN


Tras vivir 10 años en La Plata, donde estudié y me formé como persona, hice muchas amistades pinchas y triperas. Y si bien los primeros no son santos de mi devoción, probablemente por la herencia de un viejo que los odió y que me transmitió ese resentimiento, ilustrado con anécdotas contra San Lorenzo Mdp, por ejemplo.

Quien escribe se jacta de no consumir fútbol, un juego que adora. Hago una excepción por la, valga la reduncia, excepcional situación, y además por la cantidad de afectos que se mezclan en esta historia.
No se volverá a repetir, se los aseguro
Es para ellos. Salud

Estudiantes: entre los mitos y la modernización

Los mitos, las grandes gestas del pasado, los sacudones históricos, se sabe, provocan una indisoluble cohesión en cualquier grupo humano por más heterogéneo que sea, y por ende, refuerzan una identidad colectiva preexistente. Ese "respaldo" mancomuna, re-identifica. También suele decirse, a veces desde el lugar común, que sirve como elemento unificador cuando se amenaza la integridad y la composición de ese colectivo en situaciones muchas veces ingratas. Ese plus, esa fuerza, habla en general de la grandeza del grupo en cuestión. En el caso de Estudiantes, coronado como último campeón de un torneo tan vituperado (con razón, en la mayoría de las críticas de la que es objeto), "eso" se llama mística, palabra sobre utilizada por un periodismo deportivo cada vez más propenso al “barrabravismo” disimulado tras un monitor de PC.
Los Profesores en los 30, las patriadas en los 60 (locales, regionales y luego transatlánticas), el resurgimiento a principios de los 80´ con notables rendimientos futbolísticos, forman parte de un "prontuario" deportivo envidiable y de amplio reconocimiento fuera de las fronteras del Plata. Tal vez generadora de polémicas y de posturas falsamente antinómicas, como le ocurrió a aquel Defensor Sporting en Uruguay, acusado de "antifútbol" por la prensa mayoritaria. Claro, fue el encargado de romper a fines de los 70´ la hegemonía bipartidista de los grandes Peñarol y Nacional.
Luego de los Manera, los Bilardos, los Trama y los Gotardi, comenzó una meseta difícil de olvidar en la memoria de muchos hinchas. Derrotas, merodeos en la mitad de la tabla hacia abajo, jugadores de medio pelo hacia abajo, técnicos “históricos” (válvulas de escape y recurso de la demagogia dirigencial ante los reclamos del tablón), ausencia sin aviso de los escenarios internacionales que lo tuvieron de protagonista, tribunas muchas veces raleadas de una cancha vetusta e inéditos problemas económicos. El final, para muchos, fue previsible: el inexorable y cruel descenso que castigó injustamente a un plantel que arrastraba un promedio condenatorio.
Y allí resurgió la mística. Récord en recaudaciones, en puntos, en goles, en todo. Y volvió un día con la angustia en la garganta, porque su archirival estaba a un paso de una hazaña que no se concretaría jamás. Se peleó un campeonato, se cambiaron jugadores, y hasta se le arruinó la fiesta al primo en una última fecha de 1996, que era la humillación o la gloria. Fue la gloria nomás. Otra vez.
Los cimbronazos económicos que acarrearon el ascenso, sumado a malas administraciones, pusieron al club cerca del descenso una vez más, del cual salió casi de milagro por obra y gracia de terceros en discordia. No debemos olvidar otro ingrediente decisivo en esta historieta, una palabra que genera temor depende en boca de quién se diga. Es, simplemente, la “modernización”.
En conversaciones laberínticas con hinchas de Estudiantes lúcidos y jóvenes, las coincidencias eran rotundas sobre ese aspecto. El club padecía de una modorra y dejadez alarmante. El country abandonado, la sede se asimilaba a la de una institución del ascenso (salvo por las vitrinas), los tablones de 57 que se quebraban. Pero “algo” pasó.
Otra generación de dirigentes, desprejuiciados y decididos, fieles a su estirpe de hacer historia, no se anduvieron con chiquitas y metieron mano, como un cirujano que se juega la matrícula. Se elaboró una propuesta de nueva cancha, más coherente a la Historia y que le costó una pulseada que finalmente ganó frente al aparato político más grande del país y con el tuvo conflictos de larga data, como es el peronismo provincial. City Bell se transformó en un campus europeo, los goleadores siguieron siendo “for export”, la austeridad volvió a ser marca registrada, y desde luego, la vuelta de Bilardo, similar al regreso del exilio de de Juan Domingo Perón (no Verón), unificó a viejos y a los más chicos. El Narigón, si bien no hizo una gran campaña, logró movilizar esa “mistificación”. Miles de hinchas reventaron las canchas con flamantes carnets de socios, y el fantasma del descenso se alejó para aspirar a otras cosas. Y cuando se pelea por los porotos de verdad y se apela a la grandeza del ayer, como se explicó al principio, las gradas estallan de hinchas veteranos y de jóvenes acostumbrados a “pelear por nada”, en medio de la polarización tirana de “Riverboquismo”. En síntesis: se ordenó el club, se dio un salto de calidad necesario y fundamental y resurgieron los verdaderos mitos pinchas, como el tan gastado Ave Fénix.
Después vino Mostaza, Burruchaga, las luchas por lo realmente importante y el regreso al teatro internacional. Y qué decir de Verón (no de Perón) y su amor por la divisa, en medio de un tecnocapitalismo mafioso del cual el fútbol es presa y cómplice por parte de sus patas integrantes. Se ha escrito mucho sobre el tema. Y no es la intención de esta nota redundar los elogios a ese virtuoso, defenestrado por los fogoneos de un periodismo patético. Y la corajuda elección de Simeone. Y el retorno previo de Calderón. Y las eternas ganas de volver de Palermo. La simbiosis con Alayes. La abnegación económica que hizo el “Chino” Benítez, sin tener la certeza de participar en el equipo. El recuerdo de los Cascini, de los Bossio, del desaparecido Ruso, y de tantos otros ex.
Estudiantes hizo las cosas bien y obtuvo los merecidos frutos, en una vuelta de página trascendental. Por el amor a la camiseta de tipos como Verón, y por sobre todas las cosas, gracias una dirigencia coherente, sagaz, moderna y valiente. Y no pareciera que este sueño de muchos termine así nomás. Hay Estudiantes para rato en las primeras planas de lo más alto del deporte nacional. Salud, y por el bien del fútbol, que así sea.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

NO PIDA DISCULPAS. LA LLECA ENTRE MUCHAS OTRAS COSAS ESTA HECHA DE FUTBOL.

CUANDO GUSTE

EL COLECCIONISTA

Chinaski Wiesler dijo...

¡¡¡¡¡¡clap,clap !!!!!! sabés lo que pienso de todo esto, más en este efímero instante en que la pelota pasó a tener más que trascendencia, porque mucho de eso que narrás salió de la imagen nuestra de largas charlas en el templo de 50 cuando no entendíamos como un gran cuadro de fútbol tiraba su rica historia por el hinodoro........ me imagino cómo te habrás acordado de tardes como las que hablamos de Casartelli y compañía, cuando nos salvamos de la Promoción por un desconocido gol que venía de Jujuy en una fría tarde de julio hace casi 6 años.... salud campeones, ha revivido la historia..............

Holden-Ambiguo-Posmoderno
www.cazadoroculto.blogspot.com

bartolomé rivarola dijo...

O sea que el garco en 1 y 55 no te lo va a echar ¿no?

Holden: inodoro no lleva H.

Anónimo dijo...

....... Pero Pereyra sí: Hinodoro Pereyra, jajaja

Yo

Anónimo dijo...

¿Eh? Una historieta a la derecha! (o a lo sumo un curso intensivo de chiste rápido)