lunes, mayo 05, 2008

MANGOS




-¿Viste la planta de mango de Doña Alfonsa?
-Si, le tengo muchas ganas.
No era para menos. Medía casi 20 metros de alto y unos diez de diámetro. Recién empezaba diciembre junto a los calores de verdad, y los mangos descartaban la pilcha verde y adoptaban las manchas amarillas y naranjas.
Los hermanos se lamentaban por el tamaño de las frutas, porque los brasileros son casi el doble, aunque de precio inaccesible. Pero el nudo en la panza, y las ganas de joder a la vieja hinchapelotas esa, podían más que cualquier impedimento ocasional o no tanto.
Cachilo, el más grande de los dos, tuvo la idea de subir a sus hombros a Juancho, el más chico.
-Dale, no seas cagón. Poneles en tu remera y después te bajo.
Así lo hicieron, un sofocante domingo por la siesta, donde nadie los interrumpiría. Había llovido y estaba pegajoso por la humedad. En medio del operativo, mientras Juancho no podía agregar ni una fruta más a la remera, que funcionaba como improvisada canasta, apareció, de la nada, con los ojos encendidos y furiosos, Doña Alfonsa.
-¡Shhh…Rajen pendejos de mierda!
Ante semejante sorpresa, el chiquito se pegó un jabón de aquellos, mientras los mangos caían en cámara lenta, muriéndose poco a poco en el asfalto incandescente. Ni medio segundo después, los dos, salían disparados ante la ceñuda y criminal mirada de la vieja.

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