En medio de un remolino grisáceo de ceniza, Persie meditaba mirando hacia la nada. Estiró los brazos y desperezó. Abrió la boca como el león de la MGM y pateó una lata que merodeaba cerca y lo miraba con desconfianza.
Saltó del container con destreza y arrancó veloz rumbo al camino que su corazón le indicaba, insistente y ruidosamente, hasta perderse entre verdores, olores y despampanantes curvas provenientes de República Dominicana.