jueves, febrero 23, 2012

CUADROS

Es transitar lugares comunes. Pero pareciera no quedar otra. Después de tanta muerte, tanta carroña, tanto oportunismo, tantos análisis de presuntos especialistas, tanta sobreinformación inútil, sólo resta esperar respuestas. Contundentes, tajantes. De la Política, siempre, en primer lugar. Y cuando escribo Política escribo a continuación Estado. Para corregir los desaguisados y cortar cabezas (de funcionarios corruptos y/o incapaces, empresarios herederos de la Patria Contratista), si es necesario. Para terminar con los kioskos. Para dejar atrás épocas nefastas. Para sentar en el banquillo a quien tenga que sentar. Para que las personas afectadas reciban toda la contención necesaria por parte del Estado. También necesitamos como sociedad una respuesta acorde de la Justicia que determine qué es lo que pasó.

Excluyo el drama y toda la mierda que inunda a los familiares de los muertos y a la pesadilla imborrable que padecieron y padecerán las más de 2.000 personas que viajaban en ese tren maldito. Quienes consideramos que la política es la única herramienta existente para modificar la realidad y creemos que el Estado es insustituible, tenemos la obligación de hacernos preguntas, algunas incómodas. Muchas preguntas. Porque, de movida, episodios de esta magnitud, independientemente de lo que suceda con las pericias y la mar en coche, dejan al desnudo una cadena de falencias que deben ser modificadas de cuajo para reducir al mínimo los márgenes de error. Desde la Política, claro. Y acá me detengo por un instante. No quiero entrar en el farragoso terreno de los eventuales negocios, de posibles complicidades, de relaciones al menos sospechosas entre funcionarios-empresarios-ciertos gremialistas (como Pedraza, por ejemplo). Primero porque las desconozco, segundo porque descarto de plano cualquier postura honestista antipolítica, pedorra;  esa pose que se jacta desde la moral, porque corre el eje de la discusión.

Hechas las aclaraciones, prosigo con la idea en este boceto escrito de un tirón, sin filtro. Y tiene que ver con el Estado que queremos y que necesitamos. Porque es un tema fundamental, de trascendental importancia, no sólo porque el 54 por ciento del electorado revalidó los lineamientos políticos de la conducción de Cristina -que van en esa dirección-, sino también por porciones importantes de votantes de Binner, radicales y de izquierda. Esa parte de la tan mentada "batalla cultural" está ganada. En cualquier encuesta que se tire sobre la mesa sobresale que entre 60 y 70 por ciento está a favor de una mayor injerencia del Estado en la economía. Queremos y necesitamos, por ende, un Estado mucho mejor. Más eficiente. Que acompañe en hechos políticos los lineamientos trazados por la conducción. Que resuelva problemas. Que controle. Pero para eso se necesitan cuadros políticos formados, con espalda. Y de acuerdo a lo que se pudo ver/leer/escuchar en las últimas 24 horas (y seguramente en las próximas también), me invaden serias dudas sobre si el peronismo en su faz kirchnerista posee en sus filas cuadros intermedios, transformadores. Y esa duda se va transformando en certeza, en parte, cuando veo a funcionarios que accionan como lo hizo Schiavi. O cuando vemos el ambicioso plan de premiar con lugares de privilegio a militantes jóvenes y mayormente formados, lo que representa un intento de profunda renovación política y una apuesta riesgosa a consolidar un proyecto político. Pero entre esa camada (algunos ya en gestión directa, en funciones ejecutivas de gran responsabilidad) y el funcionariado más contaminado de los vicios burocráticos tradicionales que debería situarse en la primera línea por debajo de la Conducción, hoy asoma un abismo. ¿Sería que Kirchner con su demencial trajinar político 24 por 24 ocultaba esas falencias? ¿Alcanza con la Conducción solamente? Si no es el peronismo, ¿qué otro colectivo puede aportar una estructura de cuadros políticos de excelencia?

El Gobierno tiene en sus manos una gran oportunidad. Hace meses fue ratificado con un apoyo sin precedentes desde el regreso de la democracia. En varios estamentos del Gobierno todavía parece que no comprenden esta nueva etapa. Ya no tiene por qué estar a la defensiva de una derecha aplastada y dispersa, de medios con cada vez menos peso. Ese ciclo ya no tiene razón de ser. Tras una masacre como la de ayer el Gobierno puede saltar por encima de los decorados tradicionales del escenario político, como lo hizo en 2009 tras la 125 y la derrota en las legislativas. Quienes creemos en la Política y el Estado, esperamos acciones en esa dirección.